viernes, 8 de agosto de 2014

Me levanto de la cama, donde paso la mayor parte del tiempo, me dirijo al baño y ahí es cuando me encuentro con mi reflejo. 
Hace un par de días todavía podía encontrar algo bonito en mí. Pero hoy solamente veo defectos. Estúpidos defectos.
Hoy no vale la pena maquillarme, ni encerrarme, nada me puede arreglar y nada me puede cambiar. Salgo a la calle, saludo a alguna persona con una sonrisa, intento caminar con la cabeza en alto. Como si me creyera superior a los demás. Cuando lo único que hago es odiarme por dentro. 
Todo parece ir bien pero ver parejas de la mano o amigos pasándolo bien me mata. Me mata porque nunca he podido tener una vida como ellos. Siempre he sido diferente. Siempre he sido el bicho raro. La mala. La asquerosa. Y así será. Lo peor es que ahora a parte de que piensen eso los demás también lo pienso yo.
Me doy asco. Aunque también hay cosas buenas de esto y es que hoy mientras alguna borracha en la playa será violada yo estoy en mi cama tranquilamente escribiendo después de haber terminado un libro y haber empezado otro.
Y es que siempre seré la mejor en mi mundo, o casi la mejor, porque en mi mundo solamente existo yo.
Mi abuela y mi madre serían las únicas capaces de superarme. Pero el resto es escoria o son lobos disfrazados de ovejas.

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